A mediados de siglo, Pascual Madoz refiere que el núcleo urbano “Tiene 144 casas generalmente de 2 pisos y fáb. regular, aunque hay algunas de 3 (…)”, siguiendo el conocido esquema de planta baixa, cambra y porxe.
La vivienda urbana tradicional constituye un valor testimonial de arquitectura popular de singular valor, y su tipología guarda cierta relación con la casa medieval entre medianeras. Sin embargo, con la influencia de la academia en el siglo XVIII, se introducirán modificaciones sustanciales, que son la base de la tipología que nos ha llegado desde esa época.
Las fachadas presentan dimensiones variables, pero con un predominio absoluto de la verticalidad. Los postulados academicistas son evidentes: fachada simétrica, rigurosamente geométrica, de huecos iguales y formas puras. La entrada se realiza justo por el punto medio y las ventanas suelen ser de gran tamaño, teniendo habitualmente salida a un balcón de pequeñas dimensiones que sobresale escasamente de la fachada, presentando así mismo rejas de hierro forjado bellamente elaboradas.
En cuanto a los aspectos formales, la mampostería, enfoscada, se recubre de vistosos colores destacando sobre todo el ocre, el almagre, el añil y el blanco, mientras que los recercados de las ventanas son casi siempre blancos y a veces destacados con molduras de yeso. La cubierta es habitualmente inclinada y resuelta con teja árabe.
Habría que destacar, además, los aleros ricamente decorados por medio de ladrillos pintados con motivos geométricos, de complejidad variable, y que constituyen una de las señas de identidad de la casa orchetana.
La distribución y la funcionalidad de los espacios interiores no suele presentar muchas variantes, si bien la posición social y el poder adquisitivo de sus inquilinos tiene claramente su reflejo en el número de estancias y el nivel de confort. Así, los cuartos de baño con retrete o las cisternas, puesto que no existía agua corriente en las viviendas, sólo estaban al alcance de una minoría privilegiada.
Una de las casas más distintivas de Orxeta, en la Plaza de la Constitución, aparece señalada en el plano de 1872 con el número 14, propiedad entonces de Juan Bautista Escrig. En la actualidad, todavía puede contemplarse tal y como lució originalmente, gracias a una reciente y modélica restauración de la fachada.
A partir de 1910, con la puesta en vigor de las Ordenanzas municipales de policía urbana y rural de Orxeta, todas las construcciones quedaron sometidas a una rígida regulación.
Así, toda “[…] construcción, reforma ó reparación se sujetará á las reglas generales de higiene y ornato, y en su caso, al plan general que pueda formar el Ayuntamiento” (art. 130), no obstante, la distribución de los huecos en las fachadas, su decoración, altura de los edificios y estilo de los mismos será “[…] enteramente libre, mientras no perjudique á la solidez y ornato” (art. 131).
Igualmente, para facilitar el tránsito de carruajes se establece que los “[…] ángulos exteriores de los edificios se procurarán sean redondeados, así como en los cruces de dos ó más calles que las esquinas sean iguales” (art. 138)
Algunas de estas normas supondrán, lamentablemente, la pérdida definitiva de elementos valiosos de nuestro patrimonio cultural: “Quedan prohibidos los puentes, corredores y saledizos que atraviesen la vía pública, y no se permitirán reparaciones en los existentes. Quedan también prohibidos los retablos y altares en las paredes y fachadas de las casas, y los existentes tampoco podrán repararse” (art. 136).
En consecuencia, elementos arquitectónicos como el “Portal” en la calle Mayor (señalado en el plano con el número 11) o la “Bolta”, en la calle de la Industria (señalado en el plano con el número 12), ambos pasos elevados sostenidos por un arco, desaparecieron para siempre. Idéntica suerte corrieron diversos paneles cerámicos que adornaban las fachadas, entre ellos los que marcaban las diferentes estaciones del Vía crucis.